Hokusai, La gran ola
1928, los
caballos tienen un peto, y
todo cambia.
Oh, el curso de la corrida es de ninguna manera modificado por esta protección que sólo está diseñada para guardar los caballos y hacer mas decente el espectáculo del tercio de varas.
Oh, el curso de la corrida es de ninguna manera modificado por esta protección que sólo está diseñada para guardar los caballos y hacer mas decente el espectáculo del tercio de varas.
Pero, en realidad, todo el sentido de la tauromaquia sale transformado.
Hasta entonces, la relación entre el hombre y el animal estaba bien establecida, de acuerdo a la mentalidad de la época, y siempre re-expresado: el toro es un animal violento y peligroso, evidenciado por los caballos destripados y sus cadáveres esparcidos por la arena de los ruedos. En efecto, el tercio de varas es el gran momento que legitima la corrida de toros: los asaltos de los toros estan utilizados para demostrar su violencia. El caballo es sacrificado para justificar la condición de enemigo del toro. La vara es sólo como un arma de defensa; que esta disminuya el poder del toro es una consecuencia, no un objetivo. Por tanto, es necesario eliminar esta criatura tan maligna, como se hace para el lobo o en otros lugares el león o el tiburón.
Puyazo, 1890, Foto de libro Del Toreo a la Bravura de Juan Pedro Domecq
Llevar a cabo esta tarea, es asumir simbólicamente una función social : la defensa del grupo. Y todo aquel que se atreve a ir a la pista donde reina el monstruo, acercarse de él, burlarse de él con engaños irrisorios, y finalmente matarlo, demuestra su coraje y se erige como un héroe entre los miembros del grupo:
“Es la fiesta del valor,
El circo está lleno de sangre!”
dice el Canto del Torero en la opera Carmen de Georges Bizet.
El principio de la corrida es un desafío,
lanzado implícitamente por el ganadero:
"¿Cuál es el valiente el temerario
quién se atreverá a enfrentarse con mi toros, los más terribles, más horrorosos
de España? "
Y pusieron un peto...
Puyazo de Francisco Sebastián, con peto, 1930
Foto del libro Del Toreo a la Bravura de Juan Pedro Domecq
Hacía ya algún tiempo que las cosas cambiaban en la
corrida. Joselito, Belmonte, las costumbres y los deseos del público habían
orientado la corrida de toros hacia otra cosa que un cuerpo a cuernos brutal
entre el hombre y el animal.
Joselito el Gallo, y Juan Belmonte,
Foto La Razón Incorpórea
Con el peto, el caballo deja de ser la víctima justificadora. El toro no es más el asesino ciego, lo maldice cuya muerte alivia. ¿Entonces, cómo recobrar algún sentido para la corrida? Es tanto más necesario, de una parte porque la puya abiertamente asume su fin, su función de aminorar la fuerza del toro; por otra parte porque el toro, no teniendo más a desempeñar el papel del monstruo terrorífico, evoluciona, por el trabajo de los ganaderos, hacia una criatura respetable y digna, incluso ejemplar (al final, hacia el toro que uno indulta).
Es el torero quien debe encontrar este nuevo sentido; y es pues el
faena de muleta que se hace este momento cuando se crea el sentido, donde hay
que legitimar el golpe final de espada. De este momento, el hombre debe a la
vez ser digno y honrado hacia el toro para no decaer delante de la bestia,
dominador para asegurar la función de criatura superior, pero bastante loco
para dar de manera caballeresca al toro una posibilidad no demasiado
restringida de perjudicar el golpe de cuerno eficaz.
José Tomás, Nîmes, 2012
Foto, Nathallie Duverneuil
El principio de la
corrida no es más el desafío, sino una invitación del ganadero:
"¿Cuál hombre
honrado, cual sabio, cual artista es digno de un encuentro con mi toros, los
más heroicos, más generosos y más nobles de España? "
Francisco Galache, foto de André Viard, Terres Taurines, n°40
Sobre el tercio de varas : asotauro.com
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